miércoles, 13 de diciembre de 2006

Bienvenida al club

Meten a la lauchita en el laberinto. Al final del susodicho, el objeto del deseo: una porción de oloroso gruyere o un machito atractivo, lo que fuere. La estructura permite que la laucha vea dónde está el objeto deseado, pero impide que tenga acceso a él. Entonces, le ponen unos premios consuelo: objetos parecidos pero de menor valor, a los que sí puede acceder con facilidad.

¿Qué hace la laucha? Al principio trata de hallar el camino hacia el premio más pulenta. Después, persuadida de la imposibilidad de alcanzarlo, renuncia a él y se dirige a algún sustituto inferior. E’cir, se comporta como una persona "racional", pragmática, utilitarista.

Y es aquí donde se inicia el experimento de verdad: operan el cerebro de la rata (le hacen cosas con un láser). Ahora la rata, operada, es arrojada de nuevo al laberinto, donde vuelve a ver el inaccesible objeto del deseo. El bicho parece en primera instancia resignado a uno de los sustitutos, pero al rato vuelve, en forma recurrente, a "el" objeto, intenta alcanzarlo una y otra vez.

La operación para "humanizarla" fue un éxito: el deseo del pobre animal estará por siempre cautivo de la cosa inaccesible, y nunca tendrá descanso, sólo pausas, en su perpetua peregrinación hacia lo que siempre estará más allá.


(Sobre un relato de Jacques-Alain Miller)

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