Por estos días se han cumplido 95 años de la vez que los obreros rusos tomaron el poder para iniciar una experiencia que a pesar de lo poco que duró -quizás hasta 1927 o 1928- dividió en dos la historia universal. Uno de sus dirigentes, León Trotsky, hizo una poderosa síntesis-definición del acontecimiento a pedido de unos estudiantes de Copenhague. Cuando habla de "La
actual crisis mundial", por supuesto no se refiere a la actual crisis mundial, sino a una crisis mundial que era más o menos como la actual, aunque parece que la actual está por superar aquella actualidad y aquella crisis. ;-( En cualquier caso, un texto cuyos contenidos no han perdido actualidad...
(...)
Durante el año 1917, en el intervalo de ocho meses, dos curvas
históricas convergen. La Revolución de Febrero -este eco tardío de las
grandes luchas que se desarrollaron en los siglos pasados sobre el
territorio de los Países Bajos, Inglaterra, Francia, casi toda la Europa
continental- se une a la serie de las revoluciones burguesas. La
revolución de Octubre proclama y abre la era de la dominación del
proletariado. Es el capitalismo mundial quien sufre, sobre el territorio
de Rusia, la primera gran derrota. La cadena se rompió por el eslabón
más débil. Pero es la cadena, y no solamente el eslabón, lo que se
rompió.
El capitalismo como sistema mundial se sobrevive
históricamente. Ha terminado de cumplir su misión esencial: la elevación
del nivel del poder y de la riqueza humanos. La Humanidad no puede
estancarse en el peldaño alcanzado. Sólo un poderoso empuje de las
fuerzas productivas y una organización justa, planificada, es decir,
socialista, de producción y distribución, puede asegurar a los hombres -a todos los hombres- un nivel de vida digno y conferirles al mismo
tiempo el sentimiento inefable de la libertad frente a su propia
economía. De la libertad en dos órdenes de relaciones; primeramente, el
hombre no se verá ya obligado a consagrar su vida entera al trabajo
físico. En segundo lugar, ya no dependerá de las leyes del mercado, es
decir, de las fuerzas ciegas y oscuras que obran fuera de su voluntad.
El hombre edificará libremente su economía, esto es, con arreglo a un
plan, compás en mano. Ahora se trata de radiografiar la anatomía de la
sociedad, de descubrir todos sus secretos y de someter todas sus
funciones a la razón y a la voluntad del hombre colectivo. En este
sentido, el socialismo entraña una nueva etapa en el crecimiento
histórico de la Humanidad. A nuestro antepasado, armado por primera vez
de un hacha de piedra, toda la naturaleza se le presenta como una
conjuración de un poder misterioso y hostil. Más tarde, las ciencias
naturales, en estrecha colaboración con la tecnología práctica,
iluminaron la naturaleza hasta en sus más profundas oscuridades. Por
medio de la energía eléctrica, el físico elabora su juicio sobre el
núcleo atómico. No está lejos la hora en que -como en un juego- la
ciencia resolverá la quimera de la alquimia, transformando el estiércol
en oro y el oro en estiércol. Allá donde los demonios y las furias de la
naturaleza se desataban, reina ahora, cada vez con más energía, la
voluntad industriosa del hombre.
Pero en tanto que el hombre
lucha victoriosamente con la naturaleza, edifica a ciegas sus
relaciones con los demás, casi al igual que las abejas y las hormigas.
Con retraso y por demás indeciso, se encara con los problemas de la
sociedad humana. Empezó por la religión, para pasar después a la
política. La Reforma trajo el primer éxito del individualismo y del
racionalismo burgués en un dominio donde venía imperando una tradición
muerta. El pensamiento crítico pasó de la Iglesia al Estado. Nacida en
la lucha contra el absolutismo y las condiciones medievales, la doctrina
de la soberanía popular y de los derechos del hombre y del ciudadano se
amplía y robustece. Así se formó el sistema del parlamentarismo. El
pensamiento crítico penetró en el dominio de la administración del
Estado. El racionalismo político de la democracia significó la más alta
conquista de la burguesía revolucionaria.
Pero entre la
naturaleza y el Estado se interpone la economía. La técnica ha libertado
al hombre de la tiranía de los viejos elementos: la tierra, el agua, el
fuego y el aire para someterle, acto seguido, a su propia tiranía. La
actual crisis mundial testimonia, de una manera particularmente trágica,
cómo este dominador altivo y audaz de la naturaleza permanece siendo el
esclavo de los poderes ciegos de su propia economía. La tarea histórica
de nuestra época consiste en sustituir el juego anárquico del mercado
por un plan razonable, en disciplinar las fuerzas productivas, en
obligarlas a obrar en armonía, sirviendo dócilmente a las necesidades
del hombre. Solamente sobre esta nueva base social el hombre podrá
enderezar su espalda fatigada, y no ya sólo los elegidos, sino todos y
todas, llegar a ser ciudadanos con plenos poderes en el dominio del
pensamiento. Sin embargo, esto no es todavía la meta del camino. No,
esto no es más que el principio. El hombre se considera el coronamiento
de la creación. Tiene para ello, sí, ciertos derechos. ¿Pero quién se
atreve a afirmar que el hombre actual sea el último representante, el
más elevado de la especie homo sapiens? No, físicamente, como
espiritualmente, está todavía muy lejos de la perfección este aborto
biológico, de pensamiento enfermizo y que no se ha creado ningún nuevo
equilibrio orgánico.
(...)
Fragmento de la conferencia ¿Qué fue la Revolución Rusa?, pronunciada por Trotsky el 27 de noviembre de 1932 en el stadium de Copenhague, Dinamarca
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