viernes, 8 de noviembre de 2013

"Esclavo de los poderes ciegos de su propia economía”

Era el año 1932, y se cumplían 15 años de la Revolución Rusa. León Trotsky, desterrado por la burocracia stalinista, da una conferencia a solicitud de los estudiantes de la universidad de Copenhague, en la que explica la génesis, el desarrollo y el significado histórico de la Revolución de Octubre. Al final de la exposición, ese hombre expulsado de su país y perseguido, al que todos los gobiernos europeos le negaban el derecho de asilo, privado del sitial que le correspondía en el estado obrero y viendo cómo su obra era demolida piedra a piedra por los bárbaros, pinta en media docena de párrafos el espíritu humanista que guiaba su acción y su pensamiento. La pena de la dura derrota no le impide reafirmar el alcance universal de su propósito:       



Foto: amqr

“El capitalismo como sistema mundial se sobrevive históricamente. Ha terminado de cumplir su misión esencial: la elevación del nivel del poder y de la riqueza humanos. La Humanidad no puede estancarse en el peldaño alcanzado. Sólo un poderoso empuje de las fuerzas productivas y una organización justa, planificada, es decir, socialista, de producción y distribución, puede asegurar a los hombres —a todos los hombres— un nivel de vida digno y conferirles al mismo tiempo el sentimiento inefable de la libertad frente a su propia economía. De la libertad en dos órdenes de relaciones; primeramente, el hombre no se verá ya obligado a consagrar su vida entera al trabajo físico. En segundo lugar, ya no dependerá de las leyes del mercado, es decir, de las fuerzas ciegas y oscuras que obran fuera de su voluntad.

“El hombre edificará libremente su economía, esto es, con arreglo a un plan, compás en mano. Ahora se trata de radiografiar la anatomía de la sociedad, de descubrir todos sus secretos y de someter todas sus
funciones a la razón y a la voluntad del hombre colectivo. En este sentido, el socialismo entraña una nueva etapa en el crecimiento histórico de la Humanidad. A nuestro antepasado, armado por primera
vez de un hacha de piedra, toda la naturaleza se le presenta como una conjuración de un poder misterioso y hostil. Más tarde, las ciencias naturales, en estrecha colaboración con la tecnología práctica,
iluminaron la naturaleza hasta en sus más profundas oscuridades. Por medio de la energía eléctrica, el físico elabora su juicio sobre el núcleo atómico. No está lejos la hora en que —como en un juego— la
ciencia resolverá la quimera de la alquimia, transformando el estiércol en oro y el oro en estiércol. Allá donde los demonios y las furias de la naturaleza se desataban, reina ahora, cada vez con más energía, la voluntad industriosa del hombre.

“Pero en tanto que el hombre lucha victoriosamente con la naturaleza, edificará a ciegas sus relaciones con los demás, casi al igual que las abejas y las hormigas. Con retraso y por demás indeciso, se encara con los problemas de la sociedad humana. Empezó por la religión, para pasar después a la política. La Reforma trajo el primer éxito del individualismo y del racionalismo burgués en un dominio donde venía
imperando una tradición muerta. El pensamiento crítico pasó de la Iglesia al Estado. Nacida en la lucha contra el absolutismo y las condiciones medievales, la doctrina de la soberanía popular y de los
derechos del hombre y del ciudadano se amplía y robustece. Así se formó el sistema del parlamentarismo. El pensamiento crítico penetró en el dominio de la administración del Estado. El racionalismo político de la democracia significó la más alta conquista de la burguesía revolucionaria.

“Pero entre la naturaleza y el Estado se interpone la economía. La técnica ha libertado al hombre de la tiranía de los viejos elementos: la tierra, el agua, el fuego y el aire para someterle, acto seguido, a
su propia tiranía. La actual crisis mundial testimonia, de una manera particularmente trágica, cómo este dominador altivo y audaz de la naturaleza permanece siendo el esclavo de los poderes ciegos de su
propia economía. La tarea histórica de nuestra época consiste en sustituir el juego anárquico del mercado por un plan razonable, en disciplinar las fuerzas productivas, en obligarlas a obrar en armonía,
sirviendo dócilmente a las necesidades del hombre. Solamente sobre esta nueva base social el hombre podrá enderezar su espalda fatigada, y no ya sólo los elegidos, sino todos y todas, llegar a ser ciudadanos
con plenos poderes en el dominio del pensamiento. Sin embargo, esto no es todavía la meta del camino. No, esto no es más que el principio. El hombre se considera el coronamiento de la creación. Tiene para ello, sí, ciertos derechos. ¿Pero quién se atreve a afirmar que el hombre actual sea el último representante, el más elevado de la especie homo sapiens? No, físicamente, como espiritualmente, está todavía muy lejos de la perfección este aborto biológico, de pensamiento enfermizo y que no se ha creado ningún nuevo equilibrio orgánico.

“Verdad es que la Humanidad ha producido más de una vez gigantes del pensamiento y de la acción que sobrepasaban a sus contemporáneos como cumbres en una cadena de montañas. El género humano tiene perfecto derecho a estar orgulloso de sus Aristóteles, Shakespeare, Darwin, Beethoven, Goethe, Marx, Edison, Lenin. ¿Pero por qué estos hombres son tan escasos? Ante todo, porque han salido, casi sin excepción, de las clases elevadas y medias. Salvo raras excepciones, los destellos del genio quedan ahogados en las entrañas oprimidas del pueblo, antes de tener la posibilidad de brotar. Pero también porque el proceso de generación, de desarrollo y de educación del hombre permaneció y permanece siendo en su esencia obra del azar, no elaborado por la teoría y la práctica, no sometido a la conciencia y a la voluntad.

“La antropología, la biología, la fisiología, la psicología, han reunido verdaderas montañas de materiales para erigir ante el hombre, en toda su amplitud, las tareas de su propio perfeccionamiento corporal y espiritual y de su desarrollo ulterior. Por la mano genial de Sigmund Freud, el psicoanálisis levantó la tapadera del pozo que, poéticamente, se llama el "alma" del hombre. ¿Y qué nos ha revelado? Nuestro pensamiento consciente no constituye más que una pequeña parte en el trabajo de las oscuras fuerzas psíquicas. Buzos sabios descienden al fondo del océano y fotografían la fauna misteriosa de las aguas. Para que el pensamiento humano descienda al fondo de su propio océano psíquico debe iluminar las fuerzas motrices misteriosas del alma y someterlas a la razón y a la voluntad. Cuando haya terminado con las fuerzas anárquicas de su propia sociedad, el hombre se integrará en los morteros, en las retortas del químico. Por primera vez, la Humanidad se considerará a sí misma como una materia prima y, en el mejor de los casos, como una semifabricación física y psíquica. El socialismo significará un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad, en el sentido de que el hombre de hoy, plagado de
contradicciones y sin armonía, franqueará la vía hacia una nueva especie más feliz”.